lunes, 4 de marzo de 2013

Adiós pañal: parte 1





Conforme se acerca el cumpleaños número 2 de tu hijo, comienza la presión social sobre cuándo le quitarás el pañal, porque algún iluminado ha establecido que esa es la fecha indicada para que todos los niños dejen el pañal. Por tanto, parece que a los demás les quita el sueño verte tan despreocupada por que aprendan a ir al baño, sobre todo si es verano, porque: “tienes que aprovechar el calorcito ya que se usa menos ropa y más ligera, haciéndote más fácil estarlos llevando al baño y si hay accidentes es más fácil limpiar”.

Entre otras preocupaciones ajenas y comentarios estaban: “no la aceptarán en los colegios”, “qué te dice el pediatra”, “se te juntará tener que comprar pañales para dos hijos”. La realidad es que la opinión del pediatra y la de los colegios me tenía muy sin cuidado, ya que no era una cuestión que afectara la salud de mi hija ni que señalara un retraso en su desarrollo que requiriera atención. Respecto al costo mensual de pañales sí dolía y golpeaba la economía, pero no impedía que pudiéramos comer o pagar asuntos vitales, así que no le puse fecha a “quitarle el pañal”. Incluso aquí “entre nos”, como sus dos años estaban muy próximos al nacimiento del hermanito y lo que esto conlleva, sinceramente tampoco me urgía y en el fondo de mi corazón esperaba que no se me juntara.

Sin embargo, llegados los dos años, verdaderamente parecía que muchos pensaban que mi hija pasaría directo del pañal al kotex, pero para su tranquilidad les anuncio que no, mi hija como cualquier niña podrá disfrutar de usar sólo calzones sin aditamentos incómodos por varios años.

En fin, estoy convencida de que los niños sufren una presión tremenda en portarse como adultos desde el momento en que nacen. Se tienen expectativas masificadas y/o desproporcionadas sobre lo que se espera de ellos sin contar con su individualidad, su desarrollo y su madurez, pero eso sí, cuando crecen se añora y se quisiera pedir al tiempo que volviera atrás.

Partiendo de que somos seres sociales por naturaleza, la necesidad de formar a los hijos se vuelve una responsabilidad imperativa, por justicia para ellos y por el bien común. Hay muchas maneras de formar personas íntegras, pero independientemente de las estrategias y métodos considero que como formadores debemos tener interiorizados algunos cimientos firmes:


  • Cada persona es un ser es único e irrepetible en todo sentido. Por tanto, su desarrollo y aprendizaje, en forma y tiempo, es personal y debe ser personalizado.



  • Los bebés deben ser y actuar como bebés, los niños como niños, los adolescentes como adolescentes y los adultos como  adultos; vaya que no se le debe pedir peras al olmo.



  • Los bebés y niños tienen la misma dignidad que un adulto y merecen respeto. Parece obvio pero fácilmente se puede comprobar que con los menores se toman licencias y se les trata como nunca se trataría a un adulto.



  • Educar implica “sacar de”, o sea hay que ayudar a potenciar la riqueza individual de cada hijo. Miguel Ángel cuando tallaba los tan conocidos esclavos, explicaba que lo único que hacía era liberarlos de la piedra, ayudarlos a salir.


Así que aplicado esto a todo lo que implica formar, incluso al asunto de “quitarle pañal”, “mi táctica” fue darle su tiempo, esperar a que estuviera preparada y quisiera dejarlo, eso sí aproveché algunas circunstancias... En realidad, cabe señalar que todavía sigue usando pañal por las noches y no me agobia.

Hay quienes me dicen que comparta mi experiencia, así que por si alguien quiere sacar ideas les voy a compartir cómo “logré quitarle el pañal”, aclarando que lamento desilusionarlos, yo no “logré” nada, quien se lleva el mérito es mi hija que se está haciendo mayor. Por otra parte, está por demás recordar que lo que le funciona a uno, muchas veces no sirve para otros.  En realidad creo que lo importante es que los padres se dediquen a conocer a sus hijos individualmente, a observar cómo crecen, a potenciarlos cuando requieren de un empujoncito, a motivarlos y aplaudirles sus logros, utilizando grandes dosis de paciencia y creatividad.

En el caso de mi hija todo empezó cuando la veía haciendo, todos hemos presenciado cómo se detiene el tiempo, la cara de nuestros hijos se transforma y hasta cambia de color; así que en esos momentos, le decía entre afirmando y preguntando: “¡¿estás haciendo popó?!” para que fuera identificando. Entonces, hubo un momento que creo que fue clave, donde podría considerar que comenzó a ser conciente de que ella podía sacar cosas de su cuerpo, alrededor del año y medio empezó con la novedad de que se hacía popó cuando la bañaba.

La primera vez te agarra de bajada, pero pronto empecé a sentarla en el escusado antes de meterla a bañar, obvio al principio no hacía nada. Sin embargo, cuando la metía a la bañerita y notaba el primer signo de que empezarían a flotar tronquitos la sacaba de volada y la sentaba en el escusado aunque empapara el baño entero. De pronto, desaparecieron los lanzamientos de misiles durante el baño y sin ser una constante, frecuentemente hacía en el escusado a esa hora del día, el resto de veces lo hacía en el pañal.

Después de descubrir que era capaz de sacar cosas de su cuerpo, empezó a identificar la sensación previa. Este punto es muy relevante porque reconocer “ya hice” es muy diferente de “quiero hacer”. Percibí que identificaba que le “dolía la panza” con las ganas de ir al baño, así que cuando me lo decía, le preguntaba esperando a que respondiera cada pregunta: “¿te duele la panza? ¿Será que tu cuerpo te está avisando que tienes ganas de hacer popó? ¿Quieres ir al escu?”.

Pronto hizo la asociación, pero no siempre quería ir al baño y no la obligaba. Le expliqué que hay que aprender a escuchar lo que el cuerpo nos pide o  necesita. Y dramatizábamos a sus tripas avisándole: “Fulanita ve al escu, ve al escu, quiero hacer popó en el escu”. Eso sí, cuando aceptaba ir y salía lo que tenía que salir, se institucionalizó:


  • Una canción-porra para felicitarla por hacer en el escu.
 
  • Una canción para despedir al gran producto cuando jalaba, ni rimaba bien, pero ella feliz se la cantaba y le decía adiós con la manita. (He de confesar que vivo asombrada y no entiendo cómo les cabe tanto relleno en esos cuerpecitos indefensos).


Entre el teatrito previo, el show durante y después, se volvió divertido ir al baño. Poco a poco fue incrementando la frecuencia y surgieron nuevos retos:


  •  Establecer un código claro y preciso para que avisara cuando identificara la sensación y cualquiera pudiera entender (no todo el mundo podría traducir su “me duele la panza” como “tengo ganas, quiero hacer, me llevas al baño”). Así que dramatizaba tras informar que le “dolía la panza”: “Mamá, mamá, popó en el escu” e íbamos corriendo y haciendo una que otra payasada. Entonces, pronto empezó a pedirlo.
 
  • Ahora bien, no siempre salía el relleno tan fácil, así que al ritual se incluyó un nuevo tema. La nueva canción era para lograr que se concentrara y pudiera despachar sus asuntos. Así que a desempolvar la que a mí me cantaban mientras el interesado se da golpecitos en las piernas: “zum zum pitita pitita yo lo que quiero es hacer poposita”.
 
  • La prima grande y las amiguitas que ya iban al baño fueron piezas clave, pues las veía con admiración y las quería imitar.


También la motivaba:


  • Felicitándola por sus logros y porque estaba haciéndose mayor
 
  • Llamábamos a su papá o a su abuela para que les contara qué había hecho ese día, la hazaña del día: que había avisado y había hecho en el escu como ellos. Obvio la felicitaban y ella como pavo real


  • Diciéndole lo bueno que era que fuera al escu como los papás y familiares adultos (con nombres concretos de personas importantes para ella), al igual que como su prima y sus amigas Menganita y Sutanita, porque así estaría más limpia, no quedaba toda embarrada por todos lados, era más fácil limpiarla y estsaría más cómoda como los grandes.
 
  • Ah! A veces cuando quería rechazar la idea del escu, a dramatizar nuevamente. Alguna de las princesas u otro de sus juguetes favoritos le decía: “Fulanita quiero acompañarte, quiero acompañarte al escu, me enseñas cómo haces, te quiero aplaudir”. Así que hubo una época en la que cada ida al baño la acompañaba algún personaje famoso. Algunos además también le enseñaban cómo hacían y otros aprendían cómo hacer, pero todos cuando ella finalizaba, le aplaudían, la felicitaban, le daban besos, le cantaban y se ponían felices de que Fulanita había “ido al baño como los grandes” y luego iban al cuarto a contarle a las demás princesas y muñecas.


Total, que el tan afamado asunto y tan conocido como “del 2” logró establecerse alrededor de los dos años sin problemas ni dramas.

En fin, me voy a dormir y queda pendiente, la continuación, porque hasta aquí ni soñaba con “quitarle el pañal”…








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