jueves, 25 de agosto de 2016

La violencia y el bullying se aprenden en casa PARTE 1




No sé si alguna vez te has parado a reflexionar en lo que haces y le dices a tus hijos y cómo se los dices cuando las cosas no fluyen, o sea cuando: tira el vaso de leche en el uniforme justo 2 minutos antes de salir o escupe la comida o no quiere comer, cuando se están peleando entre hermanos, cuando no se duerme tras una hora en la cama, cuando no se quiere bajar del coche y tienes prisa, cuando lleva tres horas haciendo una tarea de 5 minutos, cuando no quiere ir a la escuela, cuando se cae y llora como si le hubieran amputado la pierna, cuando se le pierde su juguete favorito, cuando está enfermo y tu agotada, cuando añoras tener tiempo para ti o te sientes mal y te descargas con ellos...

Tal vez nunca hayas podido ver la cara que pones en el momento de tensión y los ademanes que haces cuando liberas a tu Hulk, pero puedes intuir que no son tus mejores vistas. (Es importante recalcar que TÚ lo liberas, nada de que: "me hiciste perder la paciencia" y culpar al niño. La/el que  perdió la paciencia fuiste tú, el que no supo cómo mantener la calma y solucionar la situación de otra forma fuiste tú). La realidad es que sería una suerte y a la vez horrible que cada que soltamos la letanía o explotamos apareciera un espejo y una grabadora para vernos y luego poder reflexionar para establecer pautas concretas de mejora, pero no es así.  

Obvio nadie es perfecto, 
pero deberíamos reflexionar diario 
respecto a  las "formas" y "actitudes" que tenemos para "educar", 
las palabras que utilizamos, el tono, la posición corporal y facial, 
los mensajes subliminales que mandamos 
y sobretodo el impacto que tienen en nuestros niños a corto, mediano y largo plazo, 
para poder ir mejorando, creciendo personalmente 
y fortaleciendo nuestra relación con nuestros niños.
   
A veces es difícil y duro mirarse uno mismo, por lo que nos puede ayudar observar casos anónimos para ver con claridad los aciertos y errores, para generar soluciones alternativas y poder mejorar nuestra nuestra forma de crianza. A continuación expondré a modo de casos, tres situaciones observadas durante el verano, para que podamos analizar desde fuera los hechos, nunca para juzgar a las personas involucradas:


CASO 1


¿Qué tal la típica escena de “tortura infantil” en la playa o en la alberca acompañada de amenazas, chantajes, sarcasmo y hasta burlas?...  
En la cual, un adulto con "buena intención" obliga su hijo apanicado a meterse al agua a la fuerza. O bien, el adulto “obligando” al niño a nadar sin flotis "para que aprenda", a pesar de que el pequeño no quiere, por miedo o porque se siente inseguro y suplica que lo ayuden y lo saquen... Pero en lugar de sentirse escuchado y recibir la ayuda de quienes más quiere y confía en que lo "salven", solo escucha que le dicen para "motivarlo" con una sonrisa: "no pasa nada, no seas rídiculo, mira ese niñito chiquito ya sabe y tú no, no seas chillón, no te volvemos a traer de vacaciones nunca, si no nadas y dejas de llorar vas a poder comer postre/dulces", etc...Y entonces, surgen varias interrogantes:

¿Las amenazas, chantajes, el sarcasmo y las burlas realmente "motivan" 
o intimidan, someten y coersionan la libertad?

  ¿De verdad no pasa nada?... 
...Porque el niño siente que sí está pasando algo, que de hecho no le gusta...

¿Para ir de vacaciones  tiene que gustarte nadar o saber nadar?

¿Qué relación tienen los postres con nadar?
¿Los niños que nadan pueden comer los duces que quieran?
 ¿Comer o no comer dulces es la consecuencia de nadar o no nadar?...
Si es así, la dieta de Phelps, campeón olímpico, ha de consistir en postres y más postres.

¿Qué es más importante: saber nadar o respetar a la persona?

¿A todos tiene que gustarles nadar?
¿Todos los adultos disfrutan nadar o saben nadar?
¿Entonces por qué a todos los niños les debe gustar nadar o deben saber nadar?

¿Hay una edad límite para aprender a nadar o cuál es la urgencia para que aprenda este verano?
¿Realmente se está divirtiendo el niño en "sus" vacaciones?

¿Al niño podría haberle gustado meterse al agua o aprendido a nadar a través de otras formas?
¿El niño obtendrá un “aprendizaje significativo” positivo o un trauma significativo?

¿Acaso el niño es víctima de un abuso y maltrato por parte del fuerte sometiendo al débil?
¿Será este caso un ejemplo de una forma "socialmente aceptada" de bullying", 
donde el adulto le da al niño  una lección práctica de iniciación al arte del bullying?


CASO 2



Cuando vas a un parque de diversiones infantil, pongamos Kidzania, da tiempo de presenciar escenas complicadas de abuso infantil. Amenazas, chantajes, ridiculizaciones, burlas van y vienen por cuestiones irrelevantes cuando los niños no quieren hacer o participar en algunas de las actividades ofrecidas que los papás consideran divertidísimas y que "no se deben perder".  Esto ocasiona dramas, "berrinches" y derrame de lágrimas; cuando se suponía que se lleva a los niños a pasársela bien.

Contaré uno que me tocó presenciar en el juego de hacer paletas heladas: el encargado les da a los niños, además de la malla para cubrir el pelo, un disfraz de delantal y gorra roja antes de empezar a explicarles cómo van a hacer su paleta helada y de darles el material necesario. No sé por qué, pero ni mi hijo ni otros dos que entraron querían ponerse la gorra roja... Por algo será... ¿Quién sabe que sienten o piensan en sus cabecitas?

Así que le regresamos dos al muchacho, pero una chiquilla no corrió con la misma suerte.  Le fue como en feria por no acatar la orden de sus papás de ponérsela. Si ya lloraba, el llanto se fue haciendo peor conforme la obligaban a ponérsela, la amenazaban y la chantajeaban con irse y con que nunca más lo llevarían ahí porque era una necia, desobediente y chillona. Además de ridiculizarla comparándola con todos los “niños buenos” que sí se la ponían y explicándole lo fea que se ve llorando y haciendo berrinches… Y surgen varias dudas:

¿Si se trataba de que la escuinclilla se divirtiera haciendo una paleta helada,
qué más daba que se divirtiera haciéndola con gorra o sin gorra?
¿Acaso si no se la ponía la paleta no se congelaba?
¿Quién estaba realmente haciendo un berrinche la pequeñita o los papás?

¿Qué le enseñaron? ¿Qué aprendió? 
¿Que no se pueden cuestionar las órdenes de los adultos?
¿Que lo que ella piensa, siente o quiere no es tan importante como "obedecer a ciegas"?
¿Técnicas de "bulleo"
para lograr que quien no quiere hacer algo irrelevante se someta ante los deseos del fuerte?


CASO 3

 

Y así lo anterior se repite con las benditas botargas, magos o payasos infantiles que en ocasiones, en lugar de divertir al niño en cuestión, le causan un ataque de ansiedad, pánico y pesadillas. A veces las razones permanecen siendo un misterio inexplicable, otras con razón, ya que no parecen ni parientes lejanos de Mickey, Batman o Elsa de Arendelle sino hermanos de Chucky y Eso. ¿Será que a algunos chiquillos les impacta ver a sus ídolos que en la tele se ven planos y chiquitos convertidos en gigantes?  Quién sabe,  pero es un hecho que algunos niños lo único que quieren es mantenerse a una distancia prudente de 1km de distancia como mínimo. Es entonces que surgen las diferencias...

Invariablemente se puede observar a los padres desesperados porque su escuinclillo no quiere ni acercarse al monigote. Como mucho lo mira de reojo, pero una foto con la botarga resulta misión imposible. Así que los padres, quienes han invertido tiempo y dinero para cumplir SU sueño (no de su hijo), emocionados e ilusionados por tener una foto de su angelito con el susodicho, lo "convencen" (o más bien, obligan) con buena intención. Así pues, sacan la artillería para lograr por todos los medios posibles que pose el tiempo suficiente para que entre lágrimas, ridiculizaciones, burlas, chantajes, amenazas y unos mil disparos puedan conseguir una foto digna para colgar en Facebook... ¿Para poder mostrar a la "familia feliz" y la gran felicidad de su hijo?... Curiosamente a veces logran sacar una foto en la que hasta parece que el niño estaba extasiado… Y surgen las preguntas:

¿Realmente es necesaria o indispensable "la foto"?
¿No tenerla causa una enfermedad o problema grave?
¿No se pueden divertir, ser felices y tener buenos recuerdos sin sacarse la foto?

¿Qué es más importante la tranquilidad y la felicidad del niño o “la foto”?

Tal vez el niño cuando crezca y vea la foto no recuerde concientemente los hechos reales,
pero lo que hacemos deja huella, se queda en el alma y en el inconciente...

¿Al final qué le enseñaste, qué es lo que aprendió el niño?
¿Que hay que tomarse fotos aunque no quieras para tener un recuerdo inolvidable?
¿Que si no quiere hacer algo tienes que ceder y aceptar si te lo ordena un adulto?
¿O que cuando quiera algo de alguien más débil puede obligarlo a través del bullying?

En fin, estas son escenas aisladas. de situaciones concretas muy notorias. Sin embargo, si analizamos honestamente nuestro actuar diario, sin justificaciones absurdas, podemos encontrar momentos, conversaciones o acciones tal vez más sutiles, pero igualmente no formativas, irrespetuosas e impulsoras del bullying, que devalúan y someten a la persona, que niegan sus sentimientos y percepciones; dañando su autoestima, aplastando su individualidad, vulnerando su intimidad, disminuyendo su capacidad de darse a respetar y de decir ¡no! a abusos de cualquier tipo y de luchar por sus convicciones.

Afortunadamente,  se ha ido permeando la sociedad con “nuevas” formas de crianza. Se ha pasado del autoritarismo y del permisivismo, a buscar como ideal el formar conciente y positivamente a los niños; partiendo de que son personas únicas e irrepetibles, igualmente dignas y merecedores de respeto que los adultos, sin que eso signifique dejarles hacer todo o que renuncies a tu rol de padre/madre. 

No obstante, se sigue cayendo frecuentemente tanto en casas, escuelas y demás instituciones en utilizar técnicas falazmente llamadas “educativas”, en lugar de “técnicas abusivas de control y adiestramiento infantil” (amenazas, chantanjes, violencia física y/o emocional, etc.). Éstas a corto plazo a veces parecen servir, pero a largo plazo causan heridas profundas que repercutirán es sus vidas e impiden que se rompan los ciclos de violencia. Asimismo, en el lugar de formar personas libres y responsables, se produzcan robots-borregos, individualistas, fríos, cero empáticos, incoherentes y fáciles de manipular. A estos entes no les preocupa ser auténticos sino ser aceptados, ni hacer lo bueno simplemente porque es bueno, en realidad su actuar se limita a dirigirse hacia donde ganan “estrellita”, reciben premio y evitan castigo…

Claro que es difícil la crianza y que nos equivocamos más de lo que quisiéramos, no somos perfectos y nadie lo espera... Por eso, mientras no estemos 3mts bajo tierra, existe la posibilidad de mejorar continuamente y de pedir perdón. 

Ahora bien, lo preocupante es que aún hay defensores de formas irrespetuosas, abusivas y violentas (física o psicológica) para educar al menor. En mi opinión, esto sucede en primer lugar porque el papel todo lo sostiene pero falta formar a los adultos (quienes justamente hemos sido educados muy diferente), romper paradigmas y crear ambientes propicios. Cambiar cuesta, exige mucha humildad, valentía y esfuerzo continuo para reconocer y reaprender lo que sea necesario. En segundo lugar, una crianza conciente, respetuosa y positiva es muy exigente e implica más trabajo, incluso de mejora personal continua.

En fin, la gran mayoría de padres de familia 
tenemos buenas intenciones y queremos lo mejor para nuestros hijos. 
De hecho, soñamos con un mundo mejor, sin guerras ni bullying, 
pero el cambio no llega con solo desearlo y esperarlo. 
Hay que trabajar 
y el trabajo empieza por uno mismo y luego por nuestras familias 
y la forma en que educamos a los adultos del futuro. 
Dicen que las palabras convencen pero el ejemplo arrastra, 
así que si queremos niños que sepan establecer relaciones sanas, 
que no sean bullies activos ni bullies pasivos (observadores), 
empecemos por no bullear a nuestros hijos, 
por tratarlos con respeto y según su dignidad.

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